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miércoles, 3 de enero de 2018

La imprenta de la Minerva en el Madrid de los años 30

Hemos ido hablando en este blog en varias ocasiones de la imprenta Minerva, porque esta marca fue precisamente la que usaban los protagonistas de La Casilla de Guadarrama en su sótano de la madrileña Plaza de Jesús, frente a la basilica de Jesús de Medinaceli. Algunas imprentas similares pueden verse en el Museo de la Imprenta de Madrid, he encontrado información más que detallada en este blog: Una ventana desde Madrid.

¿Qué es una Impresora Minerva?

La Minerva fue una imprenta de pequeñas dimensiones empleada a finales del siglo XIX y principios del XX y creada por la empresa CROPPER & CO

Al principio se accionaban de manera manual, pero luego estas máquinas se popularizaron, y a muchas se les acopló un motor eléctrico con unas correas. Es el caso de la que se puede ver en el Museo de Riotinto (Huelva).

Similar era la que usaba el protagonista de nuestra historia, Manolo, y también en la vida real quien inspiró la novela de este blog. Y es que en las memorias de mi abuelo he podido leer algunas escenas de trabajo cotidiano con esta máquina. Contaba por ejemplo que le llevaba casi todo el día preparar el molde. El trabajo previo era bastante arduo, pues había que leer y corregir bien los textos, cosa que a veces hacían sobre la marcha al preparar la propia plancha. En esto, y en pequeños ratos de ocio los domingos o en los bailes de la Sociedad Gallega Anaquiños da Terra, ocupaban el tiempo nuestros protagonistas en los meses previos al estallido de la Guerra Civil Española.

Recientemente tuve la oportunidad de ver una bien de cerca en el Museo de las Minas de Riotinto.

Una de las cosas que más me llamó la atención del pequeño museo de la imprenta ubicado en Riotinto fue precisamente el apartado dedicado a los chibaletes, con todo tipo de cajoneras y muebles llenas de letras tipográficas para componer. 

Por un momento no pude evitar sentir un escalofrío, como el que sintió la protagonista de nuestra historia al entrar, casi cien años después, a aquel sótano que había pertenecido a la antigua imprenta Mercurio. En ese momento, también, toda la historia ambientada en el Madrid de los años 30 y sus personajes volaron y giraron a mi alrededor.

El Museo de la Imprenta de Madrid

En la Calle de la Concepción Jerónima de Madrid, en el edificio de la Imprenta Municipal, alguien tuvo a bien conservar material de impresión antiguo y exponerlo en varias salas de museo. 

Una de las cosas que se pueden encontrar en este espacio son precisamente dos máquinas Minerva, una de ellas de pedal, junto con la explicación de cómo se utilizaban. 

En el bajo del edificio, podemos ver un audiovisual, y paneles sobre formas de impresión, tipografías, o un cronograma de historia de las artes gráficas.

Minervas en Galicia

Existen otros museos de interés para aficionados a la imprenta que hemos ido visitando a lo largo de los años, concretamente, en la Ribeira Sacra, en el Museo Etnográfico de Quiroga, podéis encontrar una sala entera dedicada a esta temática. El material proviene de El Derroche, un comercio que entre otras cosas tuvo la primera imprenta de la zona. Funcionó de mediados del siglo XIX hasta mediados del XX y también conserva su Minerva, además de las cajoneras y los chivaletes.

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miércoles, 7 de septiembre de 2016

El antiguo cuartel de los Docks (Daoiz y Velarde) en Madrid

Desde que leí en las memorias de mi abuelo, que estuvo destacado tres años en el cuartel de los Docks, justo hasta el comienzo de la guerra civil, tuve curiosidad por conocer este sitio. Aún pueden verse los antiguos barracones junto a la estación de Atocha, que hace ya más de una década fueron recuperados como espacio sociocultural y municipal. Recientemente tuve la oportunidad de recorrer este espacio. 

Arco con la fecha 1922 en el dintel / CDGF
 Y es que el 1 de julio de 1933 mi abuelo ingresó como soldado voluntario en el primer grupo de la primera comandancia de tropas de Sanidad Militar, en Madrid. Aquí más o menos parte la historia de la novela que inspira este blog y que la guerra civil trunca por la mitad, como las vidas de tantas personas de esta generación. Así lo describe él en sus memorias:

"Cuando llegué ante los muros de aquel viejo cuartel de los Docks, en la calle del Comercio esquina Pacífico (hoy Avenida de Barcelona), antes de cruzar aquella acerca gastada por las suelas de las botas de miles de centinelas durante cientos de años. Se me cayó el alma a los pies pensado que detrás de aquellos muros me esperaba otra vida solitaria, sucia y dura, donde a cambio de mi vida solo podrían darle a mi madre una medalla de latón"

Después relata sus dificultades para moverse en lo que era el Madrid de principios de siglo a través de tranvía, metro o andando, sin perderse y procediendo de un pueblo de apenas unos miles de habitantes. Pero como tantos jóvenes de la época en seguida se adaptó al ritmo de la capital y dejó de perderse y tener que fregar platos por llegar tarde al cuartel. 

Cicatrices en los muros del antiguo cuartel / CDGF
Antiguos barracones que hoy son polideportivo / CDGF
Mi abuelo relata el ambiente de aquellos días en sus idas y venidas dentro y fuera del cuartel como de una crispación muy grande en el plano político. La mayoría de los jefes eran de derechas y entre los soldados había bastante división. En la calle el ambiente iba más con las izquierdas y de hecho en las salidas del cuartel en un montón de ocasiones se topó con grupos que le rodeaban y pedían que gritara "viva Rusia" o les decían "ahí un día os vamos a quemar a todos". A medianoche muchas veces sonaba algún tiro contra la garita de vigilancia y luego se calmaba la situación. 

Tras la revolución de octubre del 34 la situación empeoró y mi abuelo escribe que no había pan ni leche, y los comercios no estaban abiertos. Así que la intendencia militar recibió la orden de fabricar pan día y noche para la población civil, hospitales, colegios, centros religiosos, etc. También se vendía pan a cualquier persona que venía a buscar para su familia o el vecindario. En esos días recibieron también el encargo de custodiar camiones que iban a llevar pan y víveres a barrios como Tetuán, Vallecas o Carabanchel

Algunas veces los soldados comían en una fonda llamada La Gijonesa, que había frente al Parque de Artillería. Después, caminaba hasta Atocha y luego a la Plaza de Jesús, donde se desarrolla otra buena parte de esta historia recogida en La Casilla de Guadarrama. Así, más o menos, pintaba mi abuelo el Madrid de los años 30 desde este rincón de Pacífico

Si estás interesado en la novela que inspira este blog puedes consultar aquí los puntos de vista o préstamo



lunes, 7 de marzo de 2016

El atraco del estanco de la Plaza de Jesús

Muchas veces durante los meses de investigación y escritura de la novela La Casilla de Guadarrama me he detenido a pensar cómo sería aquella tranquila calle en los años 30. El hotel Palace, del que ya hemos hablado aquí, la cerería de la que tanto se habla en la novela, la iglesia de Medinaceli y su historia o la vieja imprenta de la que solo queda el local, hoy dedicado a otro uso comercial. 

La pequeña Plaza de Jesús sigue siendo un rincón tranquilo que duerme en el Madrid Antiguo, así que hemos buceado algo en la hemeroteca para encontrar un suceso de pocos meses antes de la guerra. En los tiempos en los que el periodismo se hacía con pluma y libreta, a golpe de suela y teléfono de los antiguos, el periódico El Siglo Futuro se hace eco de otro "atraco escandaloso". Nos queda la duda de cuál fue el escándalo del robo, o si eran tiempos bastante convulsos como parece que sí lo eran. 

La comunidad de la Plaza de Jesús se ve sobresaltada por el atraco que tiene lugar en el estanco ubicado en el número 5 de la calle, muy cerca de la imprenta en la que trabajaban nuestros protagonistas y donde se inicia la acción de la novela. Un hombre pide una cajetilla de tabaco y, al darse la vuelta el dependiente, le encañona pidiéndole todo el dinero de la caja registradora. 

El atracador se llevó 300 pesetas, y fue visto huyendo en dirección a la calle de las Huertas, por Lope de Vega, pero lo cierto es que nadie logró alcanzarle y se salió con su propósito. Al parecer una pareja de servicio por la zona del Hotel Palace hizo averiguaciones sin conseguir dar con el ladrón. 

Mi hallazgo fue simplemente encontrar un episodio de la vida cotidiana en este pequeño rincón del barrio de las letras de Madrid. También, averiguar que al parecer junto a la imprenta Mercurio hubo un estanco, y siendo mi abuelo y su hermano fumadores hay que pensar que serían asiduos del local regentado por Ángel Andía, según recoge la información relatada anteriormente por el periódico El Siglo Futuro, y publicada el 10 de febrero de 1936.

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viernes, 9 de octubre de 2015

Madrid años 30: Mercado de Antón Martín y Cine Monumental

Pasear por el mercado de Antón Martín hoy en día tiene un punto de ensoñación. Entre el bullicio, la modernidad y tradición siguen vivos muchos testimonios de los años 30, cuando la calle estaba llena de carros con toldos y la fruta se apilaba sobre los adoquines o en cajones. 

Recientemente tuve la oportunidad de recorrer esta zona investigando algunos nombres y personajes aparecidos en las memorias de mi abuelo, para la novela que inspira este blog. Fue increíble caminar por delante de carnicerías, ultramarinos y comercios con solera como los de la calle Santa Isabel o el pasaje Doré. Llevaba una foto en la mano e hicimos algunas preguntas, pero la persona a la que seguíamos el rastro tendría hoy cien años y probablemente hace tiempo que se ha esfumado de allí. 

La Farmacia del Globo, de 1870 y que fue dañada por las bombas durante la guerra. La plaza en la que se integra, que fue escenario en el siglo XVIII del inicio del motín de Esquilache. El Cine Monumental, inaugurado en el año 23 y que contó con 4.000 butacas y acogió estrenos memorables como "La Calle del Azar", de John Cromwell, con William Powell como protagonista y con la butaca al precio de 0,75 pesetas. El Café Bar Zaragoza, donde habrán chateado en época convulsa pero previa a la guerra tantos y tantos madrileños.

Por allí, algún día, pasearon Luisa y Manolo. Protagonistas de esta historia que yacía en el fondo de un baúl. Que transcurrió entre Atocha 95 y la Plaza de Jesús. Y que terminó en el hospital de la Princesa, como tantas vidas de la época.


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viernes, 25 de septiembre de 2015

La tuberculosis y los sanatorios de principios de siglo

Un tema espeluznante para quienes hayan tenido la suerte de escuchar testimonios de familiares o personas de principios del siglo XX es sin duda el de la tuberculosis. Una enfermedad hoy superada y cómo podía truncar vidas con tanta facilidad en el año 1900. Mi abuelo relata en sus memorias cómo uno, dos y hasta tres hermanos fallecieron a causa de esta enfermedad, además de otros vecinos y amigos. La mayoría la contraían por cariño o solidaridad, por hacerse cargo de quienes padecían este mal y no tomar medidas para evitar el contagio, o no saber hacerlo. 

Sanatorio abandonado en Cesuras (A Coruña)
Se calcula que España tenía doscientos muertos por cada cien mil habitantes a causa de la tuberculosis, por eso en 1903 se creó la Asociación Antituberculosa Española (AAE) que además propició la aparición de comités bajo el mandato de Alfonso XIII, en el que se
construyó el primer hospital de enfermedades infecto-contagiosas, el hospital del Rey, en Madrid.

Las zonas montañosas de toda España albergaban unas condiciones óptimas para la curación de estos enfermos. Tranquilidad, aire puro, temperaturas suaves y buenos cuidados. Eso vendían los sanatorios de los años 20 y 30 en una especie de auge que como todo apagó la guerra civil. Guadarrama albergó muchos de ellos, para dar servicio a la enorme población de Madrid que ya por entonces superaba los 800.000 habitantes. Pero estos sanatorios también tienen su leyenda negra, cuando los enfermos desahuciados sufrían el abandono y la dureza de la enfermedad en su propia piel. 

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jueves, 30 de julio de 2015

Novedades literarias: última estación Zug (Suiza)

En Zug puedes encontrar cualquier cosa, pero sobre todo tranquilidad. Está a orillas del lago que lleva su mismo nombre, con un precioso fondo de montañas y puede regalarte decenas de postales de casas con sus vigas de colores a la vista. Está cerca de Zurich y Lucerna, y al margen de ser conocida como paraíso fiscal o la ciudad sin paro era el perfecto capítulo de cierre para nuestra historia. 

Y es que esta pequeña ciudad tiene rincones increíbles. Sus habitantes pasean junto al lago al atardecer y ven ponerse el sol sobre las mismas aguas. Los restaurantes se afanan en atender a los pocos turistas que por allí se pueden ver, en casas que llevan en pie unos cuantos siglos. Sus fuentes, sus plazas, sus calles empedradas o el hotel Ochsen, un edificio del siglo XVI que realmente impresiona, son solo una pequeña parte de las experiencias que puedes vivir allí, como las vivieron nuestros protagonistas. 

"La casilla de Guadarrama" es una novela de intriga que arranca en la actualidad e investiga la trayectoria vital de un joven cabo sanitario en el Madrid de los años 30. Su paso por el frente de Guadarrama -en pleno arranque de la guerra- y sus escritos posteriores, llevan a la protagonista a una serie de hallazgos sorprendentes. 

Esta es precisamente la última estación de una intensa búsqueda que pasa también por Ribadeo, localidad natal de aquel militar, y varias ciudades europeas como Oporto, Dublín y Venecia. Pero la novela centra su último capítulo en Zug, donde se esconde algo que ha permanecido oculto durante demasiados años. Si aún no lo has descubierto y quieres comprar esta novela puedes hacerlo aquí.