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domingo, 30 de agosto de 2015

Pasando de largo por la vida


Desde que encontré aquellas viejas memorias en el fondo de un baúl no he parado de pensar en Luisa. Una mujer de principios de siglo, que pasó de la niñez a la madurez de un salto como hacían nuestras abuelas. Vivió el horror de la guerra en su entorno y también en su corazón, pues vio enfermar a su novio de tuberculosis, y aún así no se apartó de su lado. 

Hoy he soñado con Luisa. Alguna voz dentro de mí me desvelaba su año de fallecimiento. ¿Será verdad o locura? Después de buscar su rastro en las cajas de fotografías familiares, de tratar de hallarla con solo un nombre propio y una escasísima referencia en los papeles que dejó mi abuelo. De buscarla por todos los puestos del Mercado de Antón Martín, donde su padre tuvo un negocio. De perseguir su fantasma por el viejo barrio de las letras. De buscar sus ojos en algún descendiente por la Plaza de Jesús, la iglesia de Medinaceli o la calle Atocha.

Estoy convencida de que ella ya no estará, pero quizá algún día sus hijos o nietos lean esta novela y la reconozcan en sus páginas. Quizá decidan escribirme y contarme algún recuerdo. Quizá ella dejará también entre sus cosas alguna fotografía o alguna vieja carta. O quizá quede solo siempre en el recuerdo de quienes alguna vez supimos de su existencia, como tantas vidas, como tanta gente. Pasando de largo por la vida y borrando su propio rastro.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Marcas que forman parte de una vida: branding literario

Como en tantas novelas o películas célebres, donde las marcas forman parte de una vida y están ligadas a la propia experiencia, en la Casilla de Guadarrama hay nombres comerciales o de establecimientos que están presentes. Quizá porque el olfato es el sentido que mayor perdura en el tiempo, el aroma de la colonia Álvarez Gómez es lo que se le viene a la memoria a la protagonista tras perder a su abuela.

Poco después, entre las calles y tópicos ribadenses aparece con fuerza la churrería Linares, una institución que si bien no es de tiempos del abuelo de la protagonista, ha constituido también un referente para un par de generaciones. En invierno por el calor y el aroma del chocolate, y en verano por su terraza, antes ubicada en el Cantón y ahora en la plaza, frente a la iglesia de Sta. María del Campo.

De nuevo el sentido del gusto, en este caso con las pizzas. Los antihéroes de las novelas que leemos a veces comen comida rápida para entregarse a otras tareas que les apasionan. En las páginas de esta novela, la protagonista se pide una pizza de huevos rotos al Pizzbur, una referencia más actual pero del todo reconocible por los jóvenes de Ribadeo.

El butano, tan en la experiencia de generaciones cada vez menos actuales, las letras escritas de la Olivetti del abuelo de la protagonista, hoy objeto de museo pues las máquinas de escribir casi han pasado a la historia. O la coca-cola, esa universal bebida, evocan hábitos reconocibles para el lector en unos tiempos donde hay muchas cosas que van quedando ya solo en el recuerdo o en las páginas de los libros.

La protagonista y su animado amigo viajan en Alsa, compran en Madrid en el VIPS o usan un Work Center, establecimiento de referencia en la primera década del 2000. Reservar hoteles en la web Booking, viajar gracias a las ventajas de internet o tomar algo en el Museo del Jamón o por el Mercado de Antón Martín son otros tips que recuerdan al lector que las calles que recorrían estos semihéroes de leyenda son las mismas que aún tienen bajo sus pies.

lunes, 22 de junio de 2015

Entrevista publicada en La Opinión de A Coruña: Carmen Delia Díaz, autora de "La Casilla de Guadarrama"

Leer entrevista en La Opinión 
 
Carmen Delia Díaz Autora de la novela de la Guerra Civil 'La casilla de Guadarrama'

"La guerra no es como se estudia en los libros; todo es mucho más caótico"

"Escuchamos poco las historias familiares; quizás no convivimos todos tan juntos, quizás tenemos menos capacidad de escucharnos"
  21-06-2015 22:28

La autora Carmen Delia Díaz, con un ejemplar de su libro. 13fotos
La autora Carmen Delia Díaz, con un ejemplar de su libro. 13fotos
Carmen Delia Díaz (A Coruña, 1976) se decidió por la ficción para recuperar la historia de su abuelo durante la Guerra Civil. Extractos de sus memorias, una historia ficticia sobre su tío abuelo, y una investigación novelada conforman La casilla de Guadarrama, autoeditado y a la venta en casillaguadarrama.blogspot.com.es.
-¿Cómo nació la historia?
-Mi abuelo me había contado episodios de la guerra. Pero sus memorias, realmente, estuvieron en el armario hasta hace unos años, cuando mi padre las recopiló en un libro. Le pedí los escritos originales y empecé a investigar datos concretos, como la casilla de camineros donde montó un puesto de socorro. Está llena de escombros, de pintadas, pero en pie.
-¿Por qué decidió novelarlo?
-Intenté localizar a la novia de mi tío abuelo, pasé meses investigando esto, leyendo, hablando con mi padre, y me dije, o lo escribo o a lo mejor nadie lo va a hacer.
-¿Fue difícil ponerse en el papel de gente que vivió la guerra?
-La guerra no es como la estudiamos en los libros. La guerra que vive la población a pie de calle es muy diferente. Mi abuelo, en la casilla, curaba a enfermos del bando republicano y también del otro. Y a veces decía que no podía sacar la cabeza porque te podían disparar los otros o los tuyos. Todo era mucho más descontrolado y caótico de lo que estudias. Fue una ruptura total.
-¿Es necesario recuperar la memoria, entonces?
-Hoy escuchamos poco las historias familiares. Y siempre hay un tío que se fue a América, otro que se embarcó en una aventura. Quizás ya no convivimos todos tan juntos, quizás tenemos menos capacidad de escucharnos.
-También hubo quien calló.
-La Guerra Civil provocó mucho dolor, así que entiendo ese silencio. Pero creo que ya deberíamos perderlo. Hay muchísimos restos de la guerra que yacen olvidados. Guadarrama creo que es el caso más palpable, porque el Ayuntamiento ha hecho rutas y hay un montón de restos de trincheras, de búnkeres? Es una historia triste, pero que nos puede enseñar mucho. Es importante que ese espacio se recupere.
-¿Qué le ha enseñado investigar y escribir este libro?
-Mi abuelo necesitó escribir todo esto para curar sus heridas. Las heridas se curan contándolo y narrándolo. Todo esto refleja el trauma que debió superar mi abuelo. Y a mí, a nivel personal, me aporta muchísimo.
-¿Qué periodo abarca la narración de la novela?
-Cojo un primer episodio que narra mi abuelo, cuando está en un cuartel y lo asaltan entre finales de julio y primeros de agosto de 1936. Luego tiene algunos rasgos de realidad pero no sigue fielmente la historia familiar.

miércoles, 10 de junio de 2015

Madrid, años 30, en "La Casilla de Guadarrama"

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El Madrid de los años 30 está pintado en las viejas memorias que dejó mi abuelo. Militares de la república, trabajadores, intelectuales y burguesía de la época se cruzaban por las calles de la capital como si de una postal antigua se tratara. Se oía chirríar a los tranvías y el aire olía a puchero preparado en cualquier casa de comidas, como La Gijonesa. Por cualquier rincón, se escuchaba reír a algunos estudiantes y chiquillos. 

En la glorieta de San Bernardo estaba el antiguo hospital de La Princesa, una institución pública, hoy situada en Diego de León, y que durante la Guerra Civil estuvo en el Colegio del Pilar, en el Barrio de Salamanca. En aquellos años un enfermo allí pagaba cinco o seis pesetas al día, las heridas se curaban con sulfatos y otros preparados que diferían bastante de lo que conocemos hoy.

Imagen de Tras sus huellas (Manuel Díaz Aledo)
La actividad comercial en la Plaza de Antón Martín se conoce desde el siglo XVII, y en los años 30 era un hervidero de puestos que posteriormente se reorganizaron en un edificio cerrado. Muy cerca, en la calle Atocha, estaba el recién inaugurado Cine Monumental, de 1923, en la época en que los estrenos de la gran pantalla eran todo un acontecimiento.

El ambiente estaba muy revuelto y en los años de la II República, y no eran infrecuentes los atentados, y los cuarteles eran tiroteados y defendidos por los soldados, que con proximidad a la guerra ya no sabían bien en algunos momentos de quién debían seguir órdenes.

La Estación de tren de Atocha se conocía con el nombre de estación de Mediodía, y muy cerca, en la calle del Pacífico estaba el cuartel de los Docks, un grupo de barracones militares construidos a finales del siglo XIX.

En la Plaza de Jesús se instaló la Imprenta Mercurio, propiedad de Carlos Suárez Couto. Cerca de allí, en la calle Atocha 95 había una pensión de estudiantes instalada en el tercero o cuarto piso. Y en la calle Preciados, cerca de la Puerta del Sol, tenía su sede la "Sociedad Anaquiños da Terra", punto de reunión de muchos gallegos en la capital.

Son solo pinceladas de una época que, afortunadamente, no nos ha tocado vivir, pero que en esos viejos papeles mecanografíados brilla ante mis ojos y seguro que ante todos los que os propongáis leer esta novela.