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domingo, 10 de enero de 2021

El Real Sanatorio del Guadarrama y la huella de la tuberculosis en la Sierra de Madrid

Con la inspiración que me confieren estas viejas fotografías, remitidas por Alberto GV, aficionado a curiosidades históricas de la zona de Guadarrama como yo, no he podido evitar ponerme manos a la obra con la historia de este hospital que fue el Real Sanatorio del Guadarrama y que estuvo ubicado en Navacerrada. 

Ahora que estamos enfrascados con la pandemia de COVID-19, nos suenan familiares algunas pautas sanitarias que no distan tanto de las que se usaban para combatir contagios en aquel convulso principios del siglo XX. Y aunque entonces se luchaba contra la tuberculosis, causada por una bacteria, o la gripe del 18, por un virus, lo cierto es que las investigaciones y terapias médicas propiciaban el aire libre, la ventilación, la higiene y el distanciamiento social que aportaba la sierra como terapia de choque para combatir enfermedades devastadoras.


La tuberculosis a principios de siglo

La palabra tuberculosis puede producir auténtico pánico en personas de avanzada edad, que probablemente han escuchado en casa cómo esta enfermedad diezmó las familias de la época. Los fallecimientos iban en cadena, y muchas veces un hermano, madre o padre que cuidaba a otro acababa por enfermar también. Eran pocos los que lograban superar esta enfermedad en los años previos al descubrimiento de los antibióticos, que no llegaron hasta principios de siglo. 

Así las cosas, y dado que también en mi familia hubo hasta tres bajas por la tuberculosis, algo que siempre me impresionó pues de los ocho hermanos de mi abuelo quedaron solo cinco, nos hemos puesto a rastrear esta historia. 


En el siglo XIX esta enfermedad era una de las de mayor letalidad por lo que, ya en Europa, se fueron creando numerosos hospitales destinados a curas para estos pacientes. La observación médica había concluido que, por encima de determinada altitud, los casos eran más infrecuentes. Suiza o Alemania poseían ya a finales de siglo sanatorios en puntos elevados que hacían curas de aire libre en terrazas donde los enfermos descansaban en hamacas. 

El doctor Gereda y la Sierra de Guadarrama

Eduardo Gómez Gereda nació en Laredo en 1881. Fue doctor en medicina y cirugía y artífice del Real Sanatorio de Guadarrama. Este médico, escritor y dibujante, había viajado por Europa y, recogiendo las terapias aplicadas a esta enfermedad, empezó a proyectar en torno a 1911 el sanatorio. De hecho, presentó el plan y la maqueta del mismo en el II Congreso Español Internacional de la Tuberculosis, celebrado en San Sebastián en 1912. 

Después de mediciones, rutas y de acuerdo a diferentes parámetros, el sanatorio quedaría emplazado en los Montes de la Barranca, a 1.700 metros de altura, y se pondría su primera piedra el 8 de agosto de 1914. Así lo hemos leído en blogs como Guadarramaymás, donde se hace una descripción detallada de este proyecto. Para llevarlo a cabo, se hubo de construir una carretera de acceso de más de 2 kilómetros de longitud.

Inauguración del Sanatorio

Cuando se inauguró, en febrero de 1917, este flamante edificio levantado por Alfredo Echegaray lucía toda su estética modernista en forjados y vidrieras. Hasta allí se desplazó la comunidad científica del momento, así como el rey Alfonso XIII y su esposa la reina María Victoria. El Dr. José Ortiz de la Torre fue nombrado el presidente del Consejo de Administración de dicho sanatorio, y el Dr. Benitez, se encargaría del laboratorio. 

Publicaciones de la época como el Nuevo Mundo (2/03/1917) se hacen eco de este nuevo hospital, que mira a las estaciones de Cercedilla, Los Molinos, Collado Mediano y Villalba, y que contaba con 5 plantas y unos 80 metros de fachada, orientada al mediodía. En el momento se consideró el primer sanatorio para el tratamiento de la tuberculosis construido en España y único hasta la época. Y alegaba tener más horas de sol que cualquiera de los otros ejemplos europeos. 


 Su financiación se vendió patrióticamente como española, y en él se implicaron numerosos proveedores nacionales. El equipamiento era elegante, con muebles de junco elaborados por la Casa J. B. Busca de Zumárrega. El laboratorio fue equipado por Hartmann y la Compañía de Zacarías Homs. Los textiles, y resto de materiales y suministros de empresas conocidas de la época que también quisieron contribuir. Si bien fue considerado un sanatorio para ricos donde las habitaciones oscilaban entre las 3,50 y 18 pesetas por día, además de 12,50 de la pensión y tratamiento médico. 

El doctor Gereda falleció en un accidente de motocicleta (o sidecar) como hemos visto en algunas publicaciones, en 1918, regresando precisamente de su jornada de trabajo en el Sanatorio. 

El declive del hospital

La popularización de una cura para la tuberculosis, desde mediados de siglo XX, acabó con todas estas infraestructuras que quedaron obsoletas. El sanatorio funcionó hasta los años 60, y en 1994 fue demolido.

Guiados por la curiosidad, hemos buscado este edificio en las imágenes del vuelo americano de 1956, y ahí está, erguido sobre esa cima soleada en un claro entre los pinos y a un paso de lo que hoy es el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, declarado en 2013.


 

Estas viejas fotografías de su comedor, las terrazas de reposo o sus elegantes escaleras interiores, quedan para la memoria, y al parecer fueron captadas por las cámaras de León Klimovski en el filme de terror La Noche de Walpurgis allá por el año 1971.

Fuentes consultadas:

- Wikipedia

- Blog EsMadridnoMadriz

- Blog Guadarramaymás

- El Viajero Histórico

Agradecimientos:

A Alberto García Valdegrama por su apoyo en la búsqueda de estas batallitas históricas





miércoles, 3 de enero de 2018

La imprenta de la Minerva en el Madrid de los años 30

Hemos ido hablando en este blog en varias ocasiones de la imprenta Minerva, porque esta marca fue precisamente la que usaban los protagonistas de La Casilla de Guadarrama en su sótano de la madrileña Plaza de Jesús, frente a la basilica de Jesús de Medinaceli. Algunas imprentas similares pueden verse en el Museo de la Imprenta de Madrid, he encontrado información más que detallada en este blog: Una ventana desde Madrid.

¿Qué es una Impresora Minerva?

La Minerva fue una imprenta de pequeñas dimensiones empleada a finales del siglo XIX y principios del XX y creada por la empresa CROPPER & CO

Al principio se accionaban de manera manual, pero luego estas máquinas se popularizaron, y a muchas se les acopló un motor eléctrico con unas correas. Es el caso de la que se puede ver en el Museo de Riotinto (Huelva).

Similar era la que usaba el protagonista de nuestra historia, Manolo, y también en la vida real quien inspiró la novela de este blog. Y es que en las memorias de mi abuelo he podido leer algunas escenas de trabajo cotidiano con esta máquina. Contaba por ejemplo que le llevaba casi todo el día preparar el molde. El trabajo previo era bastante arduo, pues había que leer y corregir bien los textos, cosa que a veces hacían sobre la marcha al preparar la propia plancha. En esto, y en pequeños ratos de ocio los domingos o en los bailes de la Sociedad Gallega Anaquiños da Terra, ocupaban el tiempo nuestros protagonistas en los meses previos al estallido de la Guerra Civil Española.

Recientemente tuve la oportunidad de ver una bien de cerca en el Museo de las Minas de Riotinto.

Una de las cosas que más me llamó la atención del pequeño museo de la imprenta ubicado en Riotinto fue precisamente el apartado dedicado a los chibaletes, con todo tipo de cajoneras y muebles llenas de letras tipográficas para componer. 

Por un momento no pude evitar sentir un escalofrío, como el que sintió la protagonista de nuestra historia al entrar, casi cien años después, a aquel sótano que había pertenecido a la antigua imprenta Mercurio. En ese momento, también, toda la historia ambientada en el Madrid de los años 30 y sus personajes volaron y giraron a mi alrededor.

El Museo de la Imprenta de Madrid

En la Calle de la Concepción Jerónima de Madrid, en el edificio de la Imprenta Municipal, alguien tuvo a bien conservar material de impresión antiguo y exponerlo en varias salas de museo. 

Una de las cosas que se pueden encontrar en este espacio son precisamente dos máquinas Minerva, una de ellas de pedal, junto con la explicación de cómo se utilizaban. 

En el bajo del edificio, podemos ver un audiovisual, y paneles sobre formas de impresión, tipografías, o un cronograma de historia de las artes gráficas.

Minervas en Galicia

Existen otros museos de interés para aficionados a la imprenta que hemos ido visitando a lo largo de los años, concretamente, en la Ribeira Sacra, en el Museo Etnográfico de Quiroga, podéis encontrar una sala entera dedicada a esta temática. El material proviene de El Derroche, un comercio que entre otras cosas tuvo la primera imprenta de la zona. Funcionó de mediados del siglo XIX hasta mediados del XX y también conserva su Minerva, además de las cajoneras y los chivaletes.

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miércoles, 7 de septiembre de 2016

El antiguo cuartel de los Docks (Daoiz y Velarde) en Madrid

Desde que leí en las memorias de mi abuelo, que estuvo destacado tres años en el cuartel de los Docks, justo hasta el comienzo de la guerra civil, tuve curiosidad por conocer este sitio. Aún pueden verse los antiguos barracones junto a la estación de Atocha, que hace ya más de una década fueron recuperados como espacio sociocultural y municipal. Recientemente tuve la oportunidad de recorrer este espacio. 

Arco con la fecha 1922 en el dintel / CDGF
 Y es que el 1 de julio de 1933 mi abuelo ingresó como soldado voluntario en el primer grupo de la primera comandancia de tropas de Sanidad Militar, en Madrid. Aquí más o menos parte la historia de la novela que inspira este blog y que la guerra civil trunca por la mitad, como las vidas de tantas personas de esta generación. Así lo describe él en sus memorias:

"Cuando llegué ante los muros de aquel viejo cuartel de los Docks, en la calle del Comercio esquina Pacífico (hoy Avenida de Barcelona), antes de cruzar aquella acerca gastada por las suelas de las botas de miles de centinelas durante cientos de años. Se me cayó el alma a los pies pensado que detrás de aquellos muros me esperaba otra vida solitaria, sucia y dura, donde a cambio de mi vida solo podrían darle a mi madre una medalla de latón"

Después relata sus dificultades para moverse en lo que era el Madrid de principios de siglo a través de tranvía, metro o andando, sin perderse y procediendo de un pueblo de apenas unos miles de habitantes. Pero como tantos jóvenes de la época en seguida se adaptó al ritmo de la capital y dejó de perderse y tener que fregar platos por llegar tarde al cuartel. 

Cicatrices en los muros del antiguo cuartel / CDGF
Antiguos barracones que hoy son polideportivo / CDGF
Mi abuelo relata el ambiente de aquellos días en sus idas y venidas dentro y fuera del cuartel como de una crispación muy grande en el plano político. La mayoría de los jefes eran de derechas y entre los soldados había bastante división. En la calle el ambiente iba más con las izquierdas y de hecho en las salidas del cuartel en un montón de ocasiones se topó con grupos que le rodeaban y pedían que gritara "viva Rusia" o les decían "ahí un día os vamos a quemar a todos". A medianoche muchas veces sonaba algún tiro contra la garita de vigilancia y luego se calmaba la situación. 

Tras la revolución de octubre del 34 la situación empeoró y mi abuelo escribe que no había pan ni leche, y los comercios no estaban abiertos. Así que la intendencia militar recibió la orden de fabricar pan día y noche para la población civil, hospitales, colegios, centros religiosos, etc. También se vendía pan a cualquier persona que venía a buscar para su familia o el vecindario. En esos días recibieron también el encargo de custodiar camiones que iban a llevar pan y víveres a barrios como Tetuán, Vallecas o Carabanchel

Algunas veces los soldados comían en una fonda llamada La Gijonesa, que había frente al Parque de Artillería. Después, caminaba hasta Atocha y luego a la Plaza de Jesús, donde se desarrolla otra buena parte de esta historia recogida en La Casilla de Guadarrama. Así, más o menos, pintaba mi abuelo el Madrid de los años 30 desde este rincón de Pacífico

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miércoles, 30 de marzo de 2016

La estación del Norte de Madrid al inicio de la guerra civil

"Vete a la Estación del Norte y súbete a cualquier tren que vaya camino de Galicia o Asturias". Esta petición le hace, gravemente enfermo en su cama del Hospital de la Princesa, uno de los protagonistas de "La Casilla de Guadarrama" a su hermano. Acababa de estallar la guerra civil española, y Madrid está fuera de control, con grandes revueltas y una gran división en los estamentos militares y políticos. 

Antiguos trenes en el Museo del Ferrocarril de Gijón
La encomienda fue inútil porque, según relata mi abuelo en sus memorias, el metro aún funcionaba pero al llegar a la estación se encontró un único tren que había sido reforzado con planchas de hierro en las ventanas, dejando espacio para disparar. Un miliciano le indicó que los trenes llegaban únicamente hasta el Escorial, donde estaban tratando de contener a los nacionales llegados de diferentes puntos de España, al parecer, cadetes de caballería de Valladolid.

Rastreando la historia de esta estación y del tren en los inicios de la guerra, encontramos que las locomotoras de vapor aún mandaban en el panorama nacional. Aunque las primeras líneas electrificadas son anteriores a la guerra, la línea Madrid y sus conexiones con Ávila y Segovia quedaron paralizadas por la contienda, como muchas otras. Así lo explica Wikipedia en "Historia del Ferrocarril en España"

La Estación del Norte era entonces de donde salían los trenes hacia Galicia y así fue hasta la década de los 90, cuando estos trenes fueron asumidos por la estación de Chamartín. Hoy ocupa su espacio la Estación Principe Pío, un intercabiador de metro con cercanías y autobuses, además de una zona de Centro Comercial.


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lunes, 7 de marzo de 2016

El atraco del estanco de la Plaza de Jesús

Muchas veces durante los meses de investigación y escritura de la novela La Casilla de Guadarrama me he detenido a pensar cómo sería aquella tranquila calle en los años 30. El hotel Palace, del que ya hemos hablado aquí, la cerería de la que tanto se habla en la novela, la iglesia de Medinaceli y su historia o la vieja imprenta de la que solo queda el local, hoy dedicado a otro uso comercial. 

La pequeña Plaza de Jesús sigue siendo un rincón tranquilo que duerme en el Madrid Antiguo, así que hemos buceado algo en la hemeroteca para encontrar un suceso de pocos meses antes de la guerra. En los tiempos en los que el periodismo se hacía con pluma y libreta, a golpe de suela y teléfono de los antiguos, el periódico El Siglo Futuro se hace eco de otro "atraco escandaloso". Nos queda la duda de cuál fue el escándalo del robo, o si eran tiempos bastante convulsos como parece que sí lo eran. 

La comunidad de la Plaza de Jesús se ve sobresaltada por el atraco que tiene lugar en el estanco ubicado en el número 5 de la calle, muy cerca de la imprenta en la que trabajaban nuestros protagonistas y donde se inicia la acción de la novela. Un hombre pide una cajetilla de tabaco y, al darse la vuelta el dependiente, le encañona pidiéndole todo el dinero de la caja registradora. 

El atracador se llevó 300 pesetas, y fue visto huyendo en dirección a la calle de las Huertas, por Lope de Vega, pero lo cierto es que nadie logró alcanzarle y se salió con su propósito. Al parecer una pareja de servicio por la zona del Hotel Palace hizo averiguaciones sin conseguir dar con el ladrón. 

Mi hallazgo fue simplemente encontrar un episodio de la vida cotidiana en este pequeño rincón del barrio de las letras de Madrid. También, averiguar que al parecer junto a la imprenta Mercurio hubo un estanco, y siendo mi abuelo y su hermano fumadores hay que pensar que serían asiduos del local regentado por Ángel Andía, según recoge la información relatada anteriormente por el periódico El Siglo Futuro, y publicada el 10 de febrero de 1936.

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jueves, 11 de febrero de 2016

El Cristo de Medinaceli y la guerra civil

Rebuscando en la historia familiar me encontré frente a la Basílica de Medinaceli, en la madrileña Plaza de Jesús. Imaginé sus sótanos llenos de libros de registro de bautismos, confirmaciones, matrimonios, etc. Supe que quizá mis antepasados hubieran pisado aquellas baldosas ajedrezadas en unas cuantas ocasiones. E indagué en su historia durante los años 30, coincidiendo con la guerra civil. 

El capítulo entra por derecho propio en esta historia que se narra en la novela La Casilla de Guadarrama. Incluyendo el episodio del Cristo de Medinaceli, que tanta devoción popular suscita y es visitada por cientos de personas cada viernes, y la ocupación del templo por el batallón de Margarita Nelken, en los inicios de la guerra civil.

La basilica se consagró en el año 1930, por Don Leopoldo Eijo Garay. Y el Cristo, de autor desconocido y que data del siglo XVII, fue llevado al extranjero para preservarlo, volviendo de nuevo al templo en mayo de 1939, procedente de Ginebra. 

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miércoles, 30 de diciembre de 2015

Campanadas con mucha historia, en la Puerta del Sol

El reloj de la Puerta del Sol de Madrid lleva más años de los que podamos pensar marcando con sus agujas el compás de la historia de España. Sobre el edificio de la Casa de Correos y, desde mediados del siglo XIX, vino a sustituir al reloj de la Iglesia del Buen Suceso que era el que le precedía en marcar los tiempos, pero al parecer su funcionamiento era bastante deficiente.

Los relojes en los antiguos edificios marcaban el ritmo del día
Con la tradición de las doce uvas a un tiro de piedra, no puedo evitar viajar mentalmente a un episodio ocurrido en 1936, el 20 de julio, cuando aquel cabo sanitario protagonista de "La Casilla de Guadarrama" remataba un fatídico día de los albores de la guerra civil española precisamente frente a este reloj. Sonaban las 3 de la mañana cuando el soldado llegaba con varios compañeros al Ministerio de Gobernación, que entonces ocupaba el edificio, construido a mediados del siglo XVIII. Y tocaban las campanadas las 5 de la madrugada cuando salían con destino a la Academia de Sanidad Militar para ser destinados al puesto de socorro de Toledo y Collado, respectivamente. Así lo dejó escrito mi abuelo en sus memorias, y así se recoge en esta parte de la novela. Los tres despedirían el año en el frente en circunstancias bastante diferentes a las de la mayoría de los madrileños que acuden hoy a la Puerta del Sol.

Avanzada la guerra, la famosa torreta del reloj fue bombardeada. Y el edificio pasó a ser la Dirección General de Seguridad, durante el franquismo, y en sus sótanos hubo calabozos destinados a miembros de la oposición a la dictadura. En los años posteriores los compases horarios se emitieron desde Radio Nacional de España. Y en 1962, como detalla la historia del reloj más famoso de la capital en la Wikipedia, se televisaron las primeras campanadas desde esta ubicación. Su historia ha dejado huella en el mundo literario, también en la novela que inspira este blog, en el musical o en el cine. Y con ella queremos también desde este rincón virtual desearos feliz año a todos.

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miércoles, 11 de noviembre de 2015

Madrid años 30: el antiguo Hospital de la Princesa

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Las memorias que dejó mi abuelo y en las que se inspiran la novela "La Casilla de Guadarrama" y este blog hablan bastante del hospital de la Princesa. Allí ingresó su hermano Manolo, el joven que aparece en la portada del libro, y allí fue tratado de la tuberculosis que padecía.

Sabemos que actualmente es hospital universitario perteneciente a la Comunidad de Madrid y se encuentra en el Barrio de Salamanca ¿pero dónde estaba el hospital de la princesa en 1936?

Imagen aérea de Google Earth con marca de posición
El hospital fue inaugurado a las diez de la mañana del 24 de abril de 1857 en el Paseo de Areneros, hoy calle de Alberto Aguilera. Se construyó en memoria de la Infanta Isabel ("la chata") tras haber salido ilesa junto con su madre de un atentado años antes. La apertura oficial de este centro no estuvo exenta de polémica, ya que la prensa de la época recoge el malestar de algunas personalidades relevantes que contribuyeron a su creación y no fueron invitadas al evento, así como comentarios a pie de calle de ciudadanos que apenas pudieron ver nada de la ceremonia después de haberse sostenido la obra con fondos públicos. Así lo recogen el diario Crónica Hispano-americana y La Iberia.

También recoge el diario La España, el 12 de mayo de 1857, el reparto que hizo la reina de donativos con motivo de esta inauguración, por un total de 20.000 reales. La administración de los mismos corrió a cargo de Sor Francisca Moriones, superiora de las H
ermanas de la Caridad, que atendían el centro, y que fue rigurosamente asignado a solteros, viudas, huérfanos, enfermos con hijos a cargo, etc.

Aunque en sus orígenes no fue gratuito totalmente sino que se le asignaba una pequeña aportación a cada enfermo, según recoge detalladamente la web Fotomadrid, en 1931 se publica una orden firmada por Maura en la que se establece para este hospital el nuevo nombre de Hospital de la Beneficencia General.

Durante la guerra civil fue trasladado al Colegio del Pilar bajo el nombre de Hospital Nacional de Cirugía, pues el inmueble fue usado como cuartel republicano. En esta etapa se destruyeron los archivos del centro, y con ellos el expediente de nuestro protagonista Manolo. Mucho he rastreado las memorias de mi abuelo en busca de más datos de esta historia, pero poco más he encontrado que lo que podéis leer en la novela y también los episodios que relatamos en el blog.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Madrid años 30: el hotel Palace

El suelo que pisaron nuestros protagonistas por el viejo Madrid estaba plagado de edificios emblemáticos como el hotel Palace. Inaugurado oficialmente en 1912 y construido por un empresario belga a sugerencia del mismo Rey Alfonso XIII. Se alzó sobre el palacio de los Duques de Medinaceli y se construyó con hormigón armado. 

En poco tiempo fue un referente entre la sociedad madrileña de la época. Unos seiscientos empleados atendían todos los servicios del inmueble que se disputaba a la burguesía con el Ritz, inaugurado en 1910, apenas un par de años antes, tambien por el mismo monarca. 

El hotel Palace está en la Plaza de Cánovas del Castillo, haciendo esquina con Duque de Medinaceli. Al final de la calle se encuentra la iglesia de Medinaceli, en la Plaza de Jesús, donde estaba la imprenta Mercurio, el origen de nuestra historia. Pienso a veces que los protagonistas recorrerían esta calle una y otra vez a lo largo de la década de los 30. Asistirían quizá al bullicio generado por las fiestas, las exposiciones, las convenciones y todos los eventos allí celebrados. 

Cuenta la prensa de la época, como Mundo Gráfico, que este hotel se preparó como "hospital de sangre", al igual que el hotel Ritz, a finales de julio de 1936. Se iniciaba aquí la etapa triste de este hotel que bajo la denominación de "Hospital de Base número 1" sirvió de sanatorio para las tropas del frente. Los quirófanos se ubicaron en el bajo y al parecer la primera planta fue Embajada de la Unión Soviética durante algún tiempo. Todos estos detalles los cuenta la Wikipedia y muchos otros sobre la historia de este emblemático edificio del viejo Madrid, que albergaría sin duda historias dramáticas como los sanatorios de la sierra de los que hemos hablado, o la casilla de la muerte de Guadarrama, testigo real de nuestra historia. 

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viernes, 9 de octubre de 2015

Madrid años 30: Mercado de Antón Martín y Cine Monumental

Pasear por el mercado de Antón Martín hoy en día tiene un punto de ensoñación. Entre el bullicio, la modernidad y tradición siguen vivos muchos testimonios de los años 30, cuando la calle estaba llena de carros con toldos y la fruta se apilaba sobre los adoquines o en cajones. 

Recientemente tuve la oportunidad de recorrer esta zona investigando algunos nombres y personajes aparecidos en las memorias de mi abuelo, para la novela que inspira este blog. Fue increíble caminar por delante de carnicerías, ultramarinos y comercios con solera como los de la calle Santa Isabel o el pasaje Doré. Llevaba una foto en la mano e hicimos algunas preguntas, pero la persona a la que seguíamos el rastro tendría hoy cien años y probablemente hace tiempo que se ha esfumado de allí. 

La Farmacia del Globo, de 1870 y que fue dañada por las bombas durante la guerra. La plaza en la que se integra, que fue escenario en el siglo XVIII del inicio del motín de Esquilache. El Cine Monumental, inaugurado en el año 23 y que contó con 4.000 butacas y acogió estrenos memorables como "La Calle del Azar", de John Cromwell, con William Powell como protagonista y con la butaca al precio de 0,75 pesetas. El Café Bar Zaragoza, donde habrán chateado en época convulsa pero previa a la guerra tantos y tantos madrileños.

Por allí, algún día, pasearon Luisa y Manolo. Protagonistas de esta historia que yacía en el fondo de un baúl. Que transcurrió entre Atocha 95 y la Plaza de Jesús. Y que terminó en el hospital de la Princesa, como tantas vidas de la época.


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viernes, 25 de septiembre de 2015

La tuberculosis y los sanatorios de principios de siglo

Un tema espeluznante para quienes hayan tenido la suerte de escuchar testimonios de familiares o personas de principios del siglo XX es sin duda el de la tuberculosis. Una enfermedad hoy superada y cómo podía truncar vidas con tanta facilidad en el año 1900. Mi abuelo relata en sus memorias cómo uno, dos y hasta tres hermanos fallecieron a causa de esta enfermedad, además de otros vecinos y amigos. La mayoría la contraían por cariño o solidaridad, por hacerse cargo de quienes padecían este mal y no tomar medidas para evitar el contagio, o no saber hacerlo. 

Sanatorio abandonado en Cesuras (A Coruña)
Se calcula que España tenía doscientos muertos por cada cien mil habitantes a causa de la tuberculosis, por eso en 1903 se creó la Asociación Antituberculosa Española (AAE) que además propició la aparición de comités bajo el mandato de Alfonso XIII, en el que se
construyó el primer hospital de enfermedades infecto-contagiosas, el hospital del Rey, en Madrid.

Las zonas montañosas de toda España albergaban unas condiciones óptimas para la curación de estos enfermos. Tranquilidad, aire puro, temperaturas suaves y buenos cuidados. Eso vendían los sanatorios de los años 20 y 30 en una especie de auge que como todo apagó la guerra civil. Guadarrama albergó muchos de ellos, para dar servicio a la enorme población de Madrid que ya por entonces superaba los 800.000 habitantes. Pero estos sanatorios también tienen su leyenda negra, cuando los enfermos desahuciados sufrían el abandono y la dureza de la enfermedad en su propia piel. 

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miércoles, 9 de septiembre de 2015

Cápsulas del tiempo

Plaza de Jesús (Madrid)

No sé vosotros, pero yo a veces sueño con encontrar por la calle un puesto lleno de botellas de cristal. Imaginemos que cada una contiene un momento, una circunstancia o una persona de nuestro pasado. Seguro que coincidimos en que algunas no las abriríamos jamás. Pero ¿no sería maravilloso poder abrir otras y revivir por un momento aquel instante de felicidad, aquel recuerdo o aquella vivencia?

Mi pasión por las cápsulas del tiempo viene de lejos. Suelo usar como marcapáginas notas, entradas de algún espectáculo o recortes de prensa o revistas. Pasado el tiempo impresiona encontrar algo con diez o veinte años de antigüedad y recordar en qué momento pasamos por aquellas páginas.

Hace unos meses tuve la oportunidad de viajar a principios de siglo. Sí, fue gracias a esta novela precisamente, "La Casilla de Guadarrama". En ella se habla de la antigua imprenta Mercurio, ubicada en la madrileña Plaza de Jesús. Allí transcurrieron años felices para mi abuelo y su hermano Manolo, también alguna vivencia más dramática que se recoge en las páginas del libro. Cada rincón del viejo Madrid que recorrimos resultó ser una auténtica cápsula del tiempo: casas de principios de siglo, bares de época, hoteles centenarios.

Mi abuelo describió con precisión de notario el espacio en aquel sótano. Su pequeña puerta se cerró para ellos en julio de 1936. Bien, pues casi ochenta años después, la puerta volvió a abrirse ante nosotros. 
Entramos en aquel edificio con la piel de gallina y lágrimas en los ojos. Quienes allí se dejaron unos cuantos años de su vida ya no están, pero pudimos -por una auténtica casualidad del destino- bajar aquellas escaleras, traspasar aquella puerta y ver lo que fue la vieja imprenta. Aquel espacio, su suelo, los ventanucos, el estrecho local de techo bajo, su ambiente... 
La casualidad quiso que la realidad se impusiera a la ficción y todo cuanto cuenta la protagonista la novela resultó cobrar vida y parecerse bastante a lo soñado. A veces me pregunto si la literatura tiene realmente límites.

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domingo, 30 de agosto de 2015

Pasando de largo por la vida


Desde que encontré aquellas viejas memorias en el fondo de un baúl no he parado de pensar en Luisa. Una mujer de principios de siglo, que pasó de la niñez a la madurez de un salto como hacían nuestras abuelas. Vivió el horror de la guerra en su entorno y también en su corazón, pues vio enfermar a su novio de tuberculosis, y aún así no se apartó de su lado. 

Hoy he soñado con Luisa. Alguna voz dentro de mí me desvelaba su año de fallecimiento. ¿Será verdad o locura? Después de buscar su rastro en las cajas de fotografías familiares, de tratar de hallarla con solo un nombre propio y una escasísima referencia en los papeles que dejó mi abuelo. De buscarla por todos los puestos del Mercado de Antón Martín, donde su padre tuvo un negocio. De perseguir su fantasma por el viejo barrio de las letras. De buscar sus ojos en algún descendiente por la Plaza de Jesús, la iglesia de Medinaceli o la calle Atocha.

Estoy convencida de que ella ya no estará, pero quizá algún día sus hijos o nietos lean esta novela y la reconozcan en sus páginas. Quizá decidan escribirme y contarme algún recuerdo. Quizá ella dejará también entre sus cosas alguna fotografía o alguna vieja carta. O quizá quede solo siempre en el recuerdo de quienes alguna vez supimos de su existencia, como tantas vidas, como tanta gente. Pasando de largo por la vida y borrando su propio rastro.

jueves, 27 de agosto de 2015

Una historia "real" de la Guerra en el Blog "Guerra en Madrid"

El verano nos ha traído grandes honores como muchos e importantes lectores y algunas menciones. Ésta nos hace especial ilusión, y es que el Blog Guerra en Madrid, incluye una reseña de "La Casilla de Guadarrama" dentro de las lecturas sobre la Guerra Civil Española.


El Blog recomienda diez libros sobre la guerra civil publicados en 2015, como son "La Batalla de las Ondas" (Daniel Arasa), "Voces en la trinchera" (James Matthews), "Los caprichos de la Suerte" (novela inédita de Pio Baroja), "El final de la Guerra" (Paul Preston), "Enfermeras de la Guerra" (Anna Ramió y Carme Torres), "El final de la Guerra Civil" (Fernando Rodríguez Miaja), "La persecución del Santo Cáliz en la Guerra Civil" (Francisco Ballester-Olmos), "La Guerra Civil como moda literaria" (David Becerra Mayor), "El General Invierno y la Batalla de Teruel" (Vicente Aupí). En segundo lugar de este repertorio se cita "La Casilla de Guadarrama".

Quizá las historias de la guerra aún siguen vivas en el recuerdo de tantas familias y de tantos escritores. La generación que vivió la guerra se nos apaga, pero nos quedan los libros.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Booktrailer de la novela "La Casilla de Guadarrama"

¿Os gustan las historias de intriga? A nosotros nos apasionan, por eso nos encanta esta novela, basada en hechos reales y ambientada en Guadarrama, Madrid, Ribadeo, Venecia, Oporto, Dublín y Zug.

La protagonista descubre unas viejas memorias escritas por su abuelo en los primeros días de la guerra civil española e inicia una investigación que le llevará a descubrir, capítulo tras capítulo, más de una veintena de cosas que no conocía y que son determinantes en su historia familiar.

Aquí tienes el booktrailer de la novela, sus claves en 30 segundos.


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miércoles, 5 de agosto de 2015

Marcas que forman parte de una vida: branding literario

Como en tantas novelas o películas célebres, donde las marcas forman parte de una vida y están ligadas a la propia experiencia, en la Casilla de Guadarrama hay nombres comerciales o de establecimientos que están presentes. Quizá porque el olfato es el sentido que mayor perdura en el tiempo, el aroma de la colonia Álvarez Gómez es lo que se le viene a la memoria a la protagonista tras perder a su abuela.

Poco después, entre las calles y tópicos ribadenses aparece con fuerza la churrería Linares, una institución que si bien no es de tiempos del abuelo de la protagonista, ha constituido también un referente para un par de generaciones. En invierno por el calor y el aroma del chocolate, y en verano por su terraza, antes ubicada en el Cantón y ahora en la plaza, frente a la iglesia de Sta. María del Campo.

De nuevo el sentido del gusto, en este caso con las pizzas. Los antihéroes de las novelas que leemos a veces comen comida rápida para entregarse a otras tareas que les apasionan. En las páginas de esta novela, la protagonista se pide una pizza de huevos rotos al Pizzbur, una referencia más actual pero del todo reconocible por los jóvenes de Ribadeo.

El butano, tan en la experiencia de generaciones cada vez menos actuales, las letras escritas de la Olivetti del abuelo de la protagonista, hoy objeto de museo pues las máquinas de escribir casi han pasado a la historia. O la coca-cola, esa universal bebida, evocan hábitos reconocibles para el lector en unos tiempos donde hay muchas cosas que van quedando ya solo en el recuerdo o en las páginas de los libros.

La protagonista y su animado amigo viajan en Alsa, compran en Madrid en el VIPS o usan un Work Center, establecimiento de referencia en la primera década del 2000. Reservar hoteles en la web Booking, viajar gracias a las ventajas de internet o tomar algo en el Museo del Jamón o por el Mercado de Antón Martín son otros tips que recuerdan al lector que las calles que recorrían estos semihéroes de leyenda son las mismas que aún tienen bajo sus pies.

martes, 30 de junio de 2015

Publicada una novela sobre las memorias inéditas de un cabo sanitario en la guerra civil española

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Enlace a la fuente original: Anisalud

Martes, 30 de Junio de 2015
Bm Contenidos
La acción arranca en Ribadeo y se desarrolla por la sierra de Guadarrama, Oporto, Venecia, Dublín y Zug
Una historia familiar a partir de unas viejas memorias escritas a máquina es un buen punto de partida para una novela en la que los misterios, los hallazgos y la intriga son el ingrediente principal. Así nace La Casilla de Guadarrama, de la fascinación por acontecimientos históricos vividos en el contexto de la guerra civil española.




Cuando tenía solo quince años, la autora escuchó narrar la guerra civil a su abuelo, que la había vivido en primera persona, en el frente, en los alrededores de Madrid. Después, la familia fue depositaria de unas memorias que César Díaz Echevarría tuvo la visión de dejar por escrito con todo detalle. No solo su historia sino la de su hermano Manolo, en los años anteriores al estallido de la contienda. Dos jóvenes de Ribadeo que se habían ido a la capital a buscarse un porvenir, y los posteriores sucesos con que culminan sus vidas. La novela toma estos acontecimientos como punto de partida, y los transcribe con asombro, “porque la guerra civil todos la hemos estudiado, pero lo que se puede leer en esas memorias no está escrito en ningún libro”, comenta la autora.
La casilla
Tras leer las memorias, la autora comenzó una investigación que le llevó a dar con el lugar concreto donde transcurren aquellos terribles sucesos. En la curva de Tablada, antes de llegar al Alto del León, había una caseta de camineros donde se montó, en los primeros días de la guerra civil, un puesto de socorro. Hay varias referencias a ella en la prensa de la época, porque era una curva muy pronunciada y con muchos accidentes, y también en una entrevista del diario El Sol, año 37, donde se cita la casilla como “Hospital de sangre” en el frente.
“Tras recorrer una y otra vez la zona con el Street View, descubrí con asombro una caseta que respondía perfectamente a la descripción. ¿Es posible que lleve en pie cien años?”, se pregunta la autora. “Estuve allí, pude tocarla y ver lo que parecían agujeros de bala, entendí el fuego cruzado en el que estaba aquel puesto, a tiro de ambos bandos, exactamente como lo contaba mi abuelo”, así describe Carmen Delia Díaz, la autora, su encuentro con aquel monumento histórico que yace abandonado en el arcén de la carretera nacional VI.
La novela está a la venta desde el 5 de junio en librerías, en Amazon y en el blog, donde además se pueden leer contenidos adicionales e intercambiar impresiones. También se ha creado una página en Facebook para pedir un centro de interpretación de la guerra civil en aquella vieja caseta y un perfil en tuiter que va publicando novedades sobre la investigación, aún por concluir, y la historia.
Blog: http://casillaguadarrama.blogspot.com.es
Facebook/CasillaGuadarrama
Tuiter: @casiguadarrama

miércoles, 17 de junio de 2015

El colectivo de gallegos en Madrid

En los años 30, en la ciudad de Madrid, los gallegos ya eran un grupo bastante importante. Solían bromear diciendo que la ciudad gallega que más habitantes tenía era Madrid,se hablaba de unos trescientos mil. Y se habían agrupado en una sociedad llamada "Anaquiños da terra", constituida el 20 de agosto de 1931 y que tenía su domicilio social en la calle Tabernillas, 2. Posteriormente se trasladaría a la calle de la Audiencia, número 3 y más tarde a la calle Preciados 9, muy cerca de la puerta del Sol.

Cada domingo por la tarde, este amplio colectivo de gallegos en la capital celebraba un baile en su sede, al que acudían gran cantidad de los más de quinientos socios que tenían ya en el año 34. Manolo Díaz Echevarría, coprotagonista de la novela "La Casilla de Guadarrama" era el secretario de la sociedad, además de ser barítono del coro que era muy numeroso y actuaba, como se puede ver en la prensa de la época, en teatros como el María Guerrero, el Teatro Español, el Beatriz o el Infanta Isabel.

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El Coro en la Revista Ondas, julio de 1932
Nuestro protagonista fue además autor de varios cantos escenificados que solía interpretar este coro. Representaban escenas de la vida gallega como la maya del trigo o los cantos de nana. La agrupación llegó incluso a hacer una gira por América. De hecho, en el periódico del 22 de julio de 1934, se recoge una noticia desde Nueva York, que indica que el coro "Anaquiños da Terra" regresa a España a bordo del "Cristóbal Colón" después de tres recitales de gran éxito.

Pero esta sociedad no era la única que congregó a los gallegos de principios de siglo en la capital, también aparecen numerosas referencias en la prensa de la época sobre Lar Gallego. Aunque posiblemente sí fue la más concurrida del momento, pues queda testimonio de ello en las noticias recogidas por diversos medios de la época sobre los actos de dicha sociedad. 


martes, 16 de junio de 2015

La Dolores: un escenario probable

Dice en la fachada de la taberna La Dolores que abrió en 1908. Así que por su ubicación, en la Plaza de Jesús 4, contigua a la vieja imprenta Mercurio, debió ser lugar de reunión bastante habitual de los protagonistas de esta historia. En el Madrid de los años 30 el jornal era escaso pero probablemente daba para un corto de cerveza de vez en cuando.

Manolo trabajaba a destajo imprimiendo los primeros ejemplares del libro "Ribadeo Antiguo" y otros encargos que se iban hilvanando hora tras hora con ayuda de aquella Minerva. César cumplía sus tareas militares en el cuartel de los Docks, donde estaba destacado. Al finalizarlas, se acercaba a la Plaza de Jesús 6, al sótano donde estaba aquel taller de reprografía y salía a tomar el aire con su hermano. Madrid olía a revolución y a guerra por los cuatro costados, pero a ninguno de los dos les iba a estropear la realidad sus años más soñados y felices.


Así se escribe la primera página

De las ausencias siempre se aprende. Se aprende que siempre podías haber aprovechado mejor el tiempo que estuviste con esa persona. Es un aprendizaje universal y colectivo, un duelo necesario para analizar el dolor en los días venideros.

La casilla de Guadarrama empieza con duelo y con ausencia. Con evocaciones, con visiones, con un presagio y una confidencia al lector, a espaldas de la protagonista. Así, literalmente así, se escribe la primera página:

"No recuerdo si escuché primero el sonido del teléfono o el trueno que siguió al rayo. Las tormentas en Madrid siempre te pillan por sorpresa. Aunque estés a cubierto. Las malas noticias tienen la capacidad de recorrerte por dentro desde la cabeza hasta los pies, taladrándote el estómago. Pude oír la voz de mi padre, la abuela había fallecido. Con las primeras gotas de la tormenta una sombra negra recorrió de extremo a extremo el comedor de casa, pasando por la pared, los cuadros, la librería y desapareciendo a lo lejos por la ventana. En ese preciso instante, me pareció también oler esa mezcla de colonia Álvarez Gómez y laca de pelo, que me resulta tan familiar y que conservo desde niña. Lo que no sabía en ese momento era lo que iba a suceder en los próximos días."